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“Una Historia Insólita” (Un Sueco y una Pianista)

Antes de 1961 ningún hombre había salido con vida de las selvas que rodean al Catatumbo y mucho menos si osaba acercarse a una de las pocas culturas indígenas que jamás sucumbió a la presión del blanco: los barí o motilones. Bruce Olson, filólogo y antropólogo de origen escandinavo, lo logró. Criado en una familia de aristócratas en Suecia, Bruce sabía que su misión en la vida era salvar a una tribu de Sudamérica de la ofensiva blanca. Fue preparado espiritualmente para ello y a los 19 años salió de su casa y se internó en la selva colombiana. Allí encontró a los Barí. Gracias a la intervención de los Chigbarí (espíritus superiores que vigilan, castigan y protegen a los indígenas Barí), él pudo seguir viviendo. Y es que, de acuerdo con los recuerdos de un Barí, estos seres les ordenaron no hacerle daño al blanco, porque era buena persona. Fueron 28 años de convivencia y enseñanzas recíprocas. Bruce recibió su nombre de Yado y entabló tal relación con ellos, que aprendió hasta el último de sus secretos. Esto le costó ser secuestrado y torturado por la guerrilla, la cual buscó en él un intermediario perfecto para obligar a los indígenas a apoyar la causa. En el libro Somos Barí, de Hortensia Galvis, uno de los miembros de la comunidad recuerda el episodio. “Mis paisanos nunca comprendieron la actitud de la guerrilla. Ellos pensaban: Nosotros nunca hemos sido egoístas.”

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“¡Increíble pero Cierto!” (PRISMA, La Revista para Toda la Famila)

Bruce era un niño estudioso, del frío estado norteamericano de Minnesota. Sus papás no aprobaban el creciente interés que mostró en aprender de la Biblia y en pesar tiempo con creyentes cristianos fervorosos. ¡Pocos pequeños como él querían dominar idiomas antiguos como el griego y el latín! Se extrañaron todavía más cuando Bruce dejó la universidad a los diecinueve años de edad y salió en un viaje de aventura a Sudamérica. ¿Qué sería de ese muchacho tan especial? Años después, Bruce ha llegado a ser hombre multifacético que habla más de quince idiomas, ha dado un discurso en las Naciones Unidas y es casi una leyenda en Colombia. Cuenta entre sus amigos a los máximos líderes del país y también a los indígenas más primitivos. Es casi increíble la historia de cómo él llegó en 1962 a la temible tribu de los motilones, un joven enfermo, herido, débil, y por esa razón lo cuidaron hasta que estuviera sano, cuando lo pensaban matar. Pero Dios tenía otros planos. Bruce logró escapar, sólo para llegar a ser más tarde el máximo amigo de los motilones en toda su historia, integrándose en su lengua y cultura.

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“¡Rehén!” (Cuando los revolucionarios lo capturaron)

Era una calurosa mañana (de 43° C.), en las selvas ecuatoriales del noreste de Colombia, región a la que llaman Motilandia. Las aves graznaban y los micos chillaban cuando subí con 15 indios motilones a la piragua que nos llevaría a una cooperativa de víveres. Sentí que estaba a punto de darme otro ataque de paludismo, y esperaba que la sudoración provocada por el sofocante calor me ayudara a superarlo. Mientras Kaymiyokba, buen amigo mío y jefe de los motilones, gobernaba la embarcación, escudriñé las márgenes del río. Los guerrilleros colombianos consideraban que yo era la persona clave para lograr que los indios “constante espina para los comunistas” se afiliaran a su causa. Como había resistido todos sus intentos de reclutarme, varias veces me habían amenazado de muerte. Al acercarnos al muelle, alcancé a ver a dos guerrilleros armados. Sin previo aviso, el fuego de una ametralladora hizo saltar el agua en torno nuestro.

“¡Salgan de la canoa!” gritó un guerrillero. “¡Tiéndanse de cara al suelo!”

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“¡Curiosidades desde otro punto de vista!” (Tomado de “Boletín Indigenista Venezolano”)

Los Motilones, según Gerardo Reichel-Dolmatoff (1945), son antropófagos: “Ellos mismos me lo han confirmado varias veces, en distintas ocasiones y lugares, y se han interesado en saber si otras tribus también se ven obligados a comerse entre sí. Este canibalismo no es consecuencia de ninguna concepción mágica, sino que crece simplemente de la terrible falta de comida en ocasiones. Como presa los hombres escogen a una mujer sin familia que generalmente es una vieja o un inválido que impide los movimientos de la tribu. El plan se conviene secretamente entre los guerreros, quienes eligen a la víctima que luego rodean para asesinarla de un flechazo. El que dispara la flecha no debe tener ningún lazo de consanguinidad con la víctima, pero en la comida pueden tomar parte todos los de la familia. El canibalismo no implica ninguna fiesta ni regocijo. Al contrario, es una comida que se efectúa con gran sentimiento y tristeza”. Otras versiones merecen menos crédito, e inclusivo son tributarias de plena desconfianza, como la siguiente noticia publicada por “El Universal” de Caracas, de fecha 7 de noviembre de 1952, transmitida desde Maracaibo: “Los Motilones son antropófagos”.

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